Fermín Muguruza cumple 40: La noche en la que una trikitixa hizo temblar los cimientos de Madrid
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Ya me hubiera gustado a mí haber estado tan bien arropado, como lo estuvo anoche Fermín Muguruza, en mi fiesta de 40 cumpleaños. Pero la maldita pandemia, unos años atrás, me arrebató siquiera la posibilidad de plantearme hacer una pequeña reunión de amigos. Lo de anoche en el Movistar Arena, con 15.000 almas absolutamente entregadas a la causa durante las tres horas de concierto, fue una absoluta locura de principio a fin.
En esa catarsis generalizada tuvo mucho que ver la trikitixa, ese acordeón típico del País Vasco que consiguió poner aquello patas arriba en varios momentos de la noche. Pero también las trompetas, los trombones,… Todos los miembros de la big band que está acompañando al que fuera líder de bandas como Kortatu o Nego Gorriak, que iban convenientemente uniformados, lo dieron todo en cada uno de los más de 30 temas que seleccionaron para una velada que quedará para el recuerdo.
Sería absurdo intentar rescatar todos los momentos especiales del show porque la emoción y la entrega por parte de artista y respetable fue una constante desde que arrancaron con “Maputxe” hasta que se despidieron con una frenética “Sarri Sarri” en la que había que echar el resto. Los pogos en las primeras filas fueron continuos, lo que ya te da una pista de la intensidad de un setlist en el que no faltaron himnos de la talla de “Hay algo aquí que va mal”, “La línea del frente”, “Black is beltza”, “B.S.O.”, “La familia Iskariote”, “Dub manifest”, “After-boltxebike”, “Kolore bizia” o “Radio Rahim”.
Sí me parecieron especialmente remarcables la dedicatoria a Iñigo Muguruza (“está con nosotros”), hermano y fiel escudero de Fermín en varios de sus proyectos musicales, o Carlos Palomino (“18 años sin ti”); los dos minutos de gloria en los que el bertsolari Jon Maia se atrevía con una mezcla de poesía, chanza y actualidad en riguroso castellano; o ese momento en el que Karlos Animal (vocalista de los madrileños Non Servium) se subía al escenario para bordar un incontestable “Zu atrapatu arte” y compartir con los asistentes que su aventura en el mundo de la música, como la de tantos otros, empezó precisamente con una cinta de Negu Gorriak en una furgoneta.
Y así fue como se fueron sucediendo los ritmos jamaicanos con el punk más combativo y visceral. Un cóctel musical -acompañado de críticas a Isabel Díaz Ayuso, muestras de apoyo a Palestina y homenajes a Nelson Mandela o Desmond Tutu– de los que no fallan cuando tu objetivo es arengar a los allí presentes, que no dudaron en responder expresando la más absoluta devoción a un sexagenario Fermín Muguruza que demostró estar en plena forma. Su complicidad, tanto con los miembros de la banda (a destacar la presencia femenina) como con los que se iban uniendo a la fiesta conforme avanzaba el show (Begoña Bang-Matu, icono del ska patrio) es un síntoma claro de que en este 40 aniversario se le ha puesto mucho cariño a cada detalle.
Algo que van a poder comprobar en el resto de ciudades españolas, europeas, latinoamericanas y asiáticas por las que pasarán en las próximas semanas y meses. Citas en las que estarán muy bien acompañados por Tremenda Jauría, un colectivo afincado en Madrid que derrocha actitud mientras fusiona reggaeton, cumbia, rock y punk. Su base rítmica, que sin duda ha ganado con el fichaje de Saray Sáez, consigue apoderarse del sistema nervioso central de los espectadores durante ese breve bolo en el que consiguen conectar incluso con aquellos que son más escépticos con los sonidos urbanos. Su discurso tampoco deja títere con cabeza: les dio tiempo, entre canción y canción, a hablar de educación pública, desahucios, patriarcado, fascismo, memoria, dignidad,… Y, cómo no, a repetir ese mantra que estuvo presente toda la noche: “Madrid será la tumba del fascismo”.