Nos volvemos a enamorar de Russian Red
Primera cita, nuestras mejores galas y nuestros peores nervios. Han pasado diez años desde la última vez que nos vimos. Es sábado por la noche, quedamos en Madrid. Pedimos algo en la barra y saltamos sin Red pese a que todo el suelo Eslava.
Esta cita en forma de concierto se convierte en una declaración de intenciones desde el principio y, aunque nos confiese de golpe que “le gustan todos los chicos”, nos deja una ventana abierta con forma de corazón para que nos lo curremos.
Y entre la libertad y el deseo, comienza el baile. Ella se mueve mucho mejor, confieso. Domina la conversación entre canciones. Provocadora, inteligente, delicada, pero, a la vez, “una fresca”. Son esos matices los que empiezan a volvernos locos, a desatar nuestros impulsos y a querer cantar con ella hasta que los focos se apaguen.
Pasamos del sexo al amor, de mirarnos a los “putos labios” a mirarnos a los ojos. Tras el primer polvo, ella se cambia de ropa mientras suena, de fondo, un solo de guitarra. Intentamos recomponernos y entonces la volvemos a ver, frente a nosotros, vestida de blanco.
Nos canta en inglés, como la primera vez que nos conocimos. A Russian Red la acompañan un trocito de Cupido, The Parrots, Hinds y Ganges, encargados de poner la banda (sonora) a este reencuentro. Nos sentimos jóvenes, libres y con ganas de comernos la boca y el mundo. Nos despedimos del Teatro Eslava como si de una “habitación en Roma” se tratase. “Esta noche es una de las mejores de mi vida”, nos susurra al oído mientras nos soltamos las manos. Como dos “amantes extraños”. Como la última vez que nos vimos. Como esta primera vez en la que nos reencontramos.