Todo tiene su fin: Terminó el primer ciclo Flamenco de Club en el Berlín
Han sido cuatro fines de semana repletos de interesantísimas propuestas en la programación del que seguro se convertirá en uno de los festivales de referencia del circuito flamenco de Madrid. Me van a permitir que en vez de en orden cronológico, les cuente lo que hemos vivido durante los viernes y sábados de este mes de noviembre en el Berlín por orden de preferencia, o por grado de satisfacción tras las actuaciones, si prefieren.
Por eso quiero empezar hablando de María Terremoto. El viernes 10 de noviembre pudimos gozar en un ambiente casi familiar, de un recital impecable por parte de la que está llamada a ser la nueva reina del cante flamenco. Mucho se ha escrito durante y después de este verano sobre esta joven jerezana heredera de la casa de los Terremoto, y es que tras alzarse con el giraldillo revelación en la bienal de Sevilla del año pasado, no ha parado de trabajar y de cosechar éxitos y buenas críticas.
Acompañada a la guitarra por Nono Jero, el recital estuvo dividido en dos partes. Antes del descanso, María hizo, en palabras de Hugo, su representante, flamenco puro, y tras el descanso, un homenaje a su padre Fernando Terremoto, interpretando algunas canciones de su repertorio. Estas dos partes, por mucho que quedasen separadas en el tiempo, no lo estuvieron en concepto. Porque cuando en la primera parte hizo flamenco puro, María se acordó de su padre, y cuando en la segunda parte hizo las cosas de su padre, todas sonaban con una pureza increíble y más flamenco imposible. Así era Fernando, puro y flamenco, y es lo que plasmaba en cada una de sus maravillosas composiciones, porque él no podía sonar de otra forma aunque quisiese, y así es su hija.
Comenzó a lo grande, por malagueñas (que evolucionaron a fandangos abandolaos), con una letra que hacía su padre. Éste es un palo que le debe mucho a la familia Fernández desde que el abuelo de María, el gran Terremoto de Jerez le imprimiera un toque personalísimo gracias a su genialidad y a las insuperables facultades que poseía y que pudo transmitir a sus descendientes.
Después nos llevó a Jerez interpretando una soberbia bulería por soleá como sólo en su tierra saben hacerlo. Y siguió con sabor terremotero por seguiriyas, acordándose de cuando su abuelo quería que le llamasen al doctor y de cuando su padre Fernando hubiera dado lo que fuera por haber estado un ratito con el suyo. Por primera vez la vimos dedicarse un ratito a ella y olvidarse un poco de sus antecesores con los tangos que interpretó a continuación, durante los que disfrutó y nos hizo disfrutar de unas pinceladas de su baile.
Tras el descanso vino el sentido homenaje a Fernando Terremoto, “Luz en los balcones” y “Nadie lo sepa”, dos cantes del disco Terremoto que tristemente su autor no pudo ver en la calle. Por fandangos, parece que María aprovechó su paso por Madrid para denunciar las desigualdades que fracturan este país, y quiso acordarse de todos los corruptos que contribuyen a ellas (o así quise entenderlo yo por la letra “Me lo cogen y me lo prenden, to aquel que roba pan pa sus hijos…. y hay quien roba muchos miles, y ni lo cogen ni lo prenden, ni lo buscan los civiles”).
Aprovechó para sacar su lado más paquerista con el “Malvaloca” que solía interpretar la jerezana más caracolera de todos los tiempos. Y ya no abandonó esa línea hasta que terminó las bulerías de Jerez. La Paquera y Terremoto, Terremoto y la Paquera, esas fueron las sombras que pudimos apreciar en el fondo del escenario y que proyectaba María cuando le alumbraban los focos.
Al día siguiente, el 11 de noviembre, le tocaba el turno a otra jerezana de leyenda, también de la familia de los Fernández, ésta un poquito más entrada en años y con un cante más rancio, pero con una vitalidad que ya quisieran muchos, Tía Juana la del Pipa. Estuvo arropada por la guitarra del magnífico Manuel Parrilla, y a las palmas y jaleos por dos jóvenes bailaores que apuntan muy alto y que saben rodearse de quien puede enseñarles cosas en esto del arte flamenco, Rapico y Rober el Moreno.
Comenzó Tía Juana hablando, dedicando el recital a sus amigos repartidos por toda la sala, y ya no cayó hasta que terminó de la misma manera que había empezado, de pie, y saludando y abrazándose con un público entregadísimo que no paraba de hacerse fotos con la artista. Una de las cosas que repetía era que ella no había aprendido de nadie ni estudiado el cante, que todo le salía del corazón. No te preocupes, Juana, que eso se notaba.
Empezó por soleares que sabían a Jerez, a Tío Borrico, para seguir rompiéndose con las seguiriyas que con su rajo suenan, si cabe, más dramáticas. En los tientos y tangos no anduvo tan afortunada, y le costó remontar un comienzo “distraído” por decirlo de alguna manera, pero claro, eso es lo que tiene cantar de inspiración. Tras el merecido descanso, una jerezanísima bulería por soleá y fandangos “terremoteros” para terminar. No faltó el fin de fiesta, donde primero Rober el Moreno y después Rapico, pusieron el broche a una noche fantástica con su baile por bulerías.
El sábado 18 Farruquito repetía con Íntimo. Lleno hasta la bandera. Había gente en la puerta esperando para entrar, que ya había disfrutado del espectáculo la noche anterior… no digo más. Pues lógicamente, con tantas expectativas creadas, uno no puede más que llevarse un sabor agridulce de una noche como la que aconteció. Dulce porque siempre es un regalo del cielo disfrutar del arte del mejor bailaor del momento (momento que dura desde que recogiera el testigo que le pasó su abuelo el Farruco), y agrio porque no fue largo el rato que pudimos verle sobre las tablas. Quizá su estado de salud (tenía el pobre unas anginas de caballo) o quizá el formato del espectáculo, hizo que casi viéramos más tiempo al resto de artistas que le acompañaban.
Ahora bien, dicho todo esto, también diré que cada segundo que estuvo en escena, su profesionalidad y su entrega fueron palpables, e hicieron que los arreones que nos metía al corazón fueran continuos. Primero con unas vibrantes alegrías, y bulerías, y después con la soleá.
Y terminamos con quien diera arranque al I Flamenco de Club en el Berlín, Duquende. El de Sabadell tuvo un presentador de excepción, Ramón el Portugués, quien subió al escenario para darnos la bienvenida y marcar el arranque del festival. A partir de ahí casi estuvo más presente Camarón durante el concierto que el propio Duquende.
Comenzó con la letra que Paco de Lucía le dedicó a Camarón. Tras unos bellos tarantos cantó “La Tarara” (que grabara el genio de San Fernando), después unas bulerías por soleá (con letras camaroneras). Quizá en las alegrías y en “Lo bueno y lo malo” fue donde más se pudo ver la personalidad del propio Duquende. Aunque en seguida volvió a aferrarse a su eterna referencia para hacer unas seguiriyas y tangos después, ambos con letras camaroneras.
Para nada quiero con esto desprestigiar el cante de Duquende, que por otro lado me pareció impecable, pero sí me gustaría decir que no estaría de más un poco de originalidad en sus propuestas artísticas.