Azkena Rock Festival 2024: Ritual de lo habitual (y que siga así por mucho tiempo)
Muy buenas sensaciones, a grandes rasgos, tras celebrarse la vigesimosegunda edición del festival vitoriano que, una vez más, ha vuelto a batir récord de asistencia. En general, hay mucho que celebrar, aunque no tanto como nos hubiera gustado.
Un año más tocaba desplazarse hasta la capital de Euskadi -y del rock durante tres días- para darse uno de esos festines que tardan en olvidarse. No faltó de nada en este Azkena Rock Festival que ha recibido a más de 50.000 incondicionales a lo largo de un fin de semana con más alegrías que varapalos (que también los ha habido).
Del mismo modo que se han ido dando el testigo la lluvia, el sol, el frío y las temperaturas agradables, también hemos experimentado un sinfín de sensaciones los que hemos ido peregrinando por cada uno de los escenarios repartidos por Mendizabala. De la euforia provocada por una octogenaria Mavis Staples, por la que muchos no daban un duro (o un aleluya), que firmó una de las actuaciones memorables de la 22 edición, hasta la desazón que nos dejaron unos irreconocibles Band of Horses (¿qué le pasaba a Ben Bridwell?).
Por en medio, obviamente, ha habido muchas cosas, la mayoría de ellas dignas de ser celebradas. Aquí entraría, por ejemplo, una abarrotada jornada de viernes que pasará a la historia, mérito de los siempre impecables Queens of the Stone Age, con un Josh Homme en estado de gracia, y -pese a quien pese- de unos Arde Bogotá que arrastraron a los que vibran con sus pegadizos himnos generacionales, pero también quienes los aborrecen y se acercan con desdén para ver si los murcianos mantienen el tipo ante tantos ojos inquisidores.
También estuvieron inconmensurables unos Jane’s Addiction capitaneados por Dave Navarro que estuvieron a la altura de lo que se esperaba. Lo de “Three Days”, ya en los compases finales, fue una absoluta locura. Que una banda como la que nos ocupa consiga hipnotizar al personal durante los 10 minutos que dura este clásico incluido en ‘Ritual de lo Habitual’ es de un mérito increíble. Otra que ofreció uno de los shows con mejor sonido del festival fue Sheryl Crow, que consiguió embelesarnos no solo recurriendo a los tres hits de turno.
Los impepinables Redd Kross ya sabíamos que no iban a fallar, ojalá sigan sacando discos como el que está a punto de ver la luz porque eso les permitirá seguir en el candelero. Psychedelic Porn Crumpets y All Them Witches sorprendieron para bien, algo que años anteriores habían hecho Graveyard, DeWolff y otros tantos “tapadillos”. Y gozamos de lo lindo tanto en Trashville, uno de los espacios con mayor poder de convocatoria durante toda la cita, como en esa Plaza de la Virgen Blanca que el viernes estaba hasta arriba gracias al poder de atracción de Lisa Kekaula, que vino flanqueada por de The Lips, y al día soleado que nos acompañó.
Por otra parte, fue una pena que al bueno de Ty Segall le tocase lidiar con una molesta lluvia que no ayudó a que a más de uno se le atragantasen sus puntuales devaneos lisérgicos en clave de blues. Ojalá no les diga nada malo del ARF a sus talentosos colegas Mikal Cronin y Ben Kweller, ya que sería maravilloso poder verlos algún año por Vitoria-Gasteiz. Sobre todo al segundo, porque muchos llevamos desde 2012 esperando para verle en directo (algunos tenemos aún muy presente aquel año en el que canceló un par de días de antes del arranque del festival).
Y ya que estamos con esta inesperada carta a los Reyes Magos, crucemos también los dedos para que la tendencia de incorporar mujeres al cartel siga al alza. Ha sido maravilloso disfrutar estos días de artistas y bandas como L7, Bala, La Perra Blanco, Lisa & The Lips o The Detroit Cobras, y más aún al comprobar que la presencia femenina es cada vez mayor entre los asistentes. Si la organización, a este respecto, necesita inspiración para el ARF 2025 (19-21 de junio), ahí van algunas propuestas: Bikini Kill, The Warning, The Breeders, Hole, The Bangles, 4 Non Blondes, Vixen,… ¿Hace falta que siga?
Poco más. Agradecer a la organización que todo haya salido tan rodado como de costumbre, que siempre es una fantasía poder acercarse a las barras o a los baños sin hacer prácticamente nada de cola y que no nos cansaremos de repetir que el ambiente que se respira en el Azkena Rock Festival es ese plato fuerte del cartel que no se ve, pero que está ahí desde 2002. Y esperemos que por muchos años más, bendita rutina.
